lunes, 1 de diciembre de 2014

Los Gegos (Cap. IV)


Hacía frío y un manto gris empezaba a cubrir el cielo anunciando que otra negra noche invernal llegaría antes de tiempo.
Aún era poco mas de mediodía pero yo ya tenía claro en mi mente, que se presentaba otra noche desapacible, esperaba que en cualquier momento nos asaltasen nuevos servidores de los Gegos, no dejaba de mirar a todos los lados. Nos dirigimos a mi coche sin que yo supiese dónde íbamos a ir. No pude evitar mirar a Eve con descaro. Dejé de sentir miedo y me relajé. Era el cuerpo femenino más sensual que había visto jamás. Sus curvas se dibujaban bajo sus ajustadas ropas negras y se reflejaban en las oscuras claridades del día con una calidez desproporcionada.
Antes de darme tiempo a preguntarle donde íbamos una vez más, la joven habló.
-Es una secta, o al menos se podría encuadrar en lo que tú conoces como secta, que utiliza la energía negativa de la “Madre Inteligencia” que desde hace millones y millones de años, rige el destino del todo –explicó con una pasmosa tranquilidad, como si estuviese hablando de famosillos de feria y de revistas amarillas-; esta Madre Inteligencia dirige o mueve los ciclos del Universo, donde los humanos tan solo son un mero instrumento a los que la madre inteligencia, tanto la positiva como la negativa, utilizan como un simple vehículo en su viaje infinito.
“¿Qué?” Quise preguntar, pero no me salían palabras, nuevamente dudaba de si la joven no estaba tomándome el pelo tan solo.
-La energía que mana de la inteligencia madre, es el poder que rige, no sólo los designios del hombre en la Tierra, sino el devenir de todo el Universo -continuó-, y algunos hombres, muy pocos, absorben esa energía de dos formas totalmente opuestas, lo que llamamos el bien y el mal; los que son capaces de percibir la energía madre son los lideres, los encargados de evangelizar al resto y de conducirles por los caminos adecuados según sus distintos tipos de creencias, y ahí podríamos incluir religiones, sectas y otros muchísimos grupos que son dirigidos por los más extraños personajes.
-Pero -dije intentando no liarme con lo que acaba de escuchar por boca de Eve-, aparte de esa poderosa inteligencia, en el caso de los Gegos, las gentes que los representan no dejan de ser personas como tú y yo, eso sí, delincuentes, que como en todas las sectas, utilizan las debilidades de las personas.
-Sí, al menos la mayoría de ellos –contestó impasible-, pero hay unos pocos que son especiales, su proximidad con la Inteligencia Madre les hace poseer dotes especiales. El peligro que mana de estas personas, es un peliro diferente.
Diferente. Sobrenatural.
-Tú has estado en la secta por lo que pude sacar en claro de lo que dijeron esos chicos en tu casa –se lo dije mirándola nuevamente, como si fuera una inocente e indefensa jovencita ¿Y qué era realmente? Pues que iba a ser, era una simple muchacha liada con historias sobre inteligencias poderosas y sobrenaturales que probablemente me podría meter en más líos-. ¿Qué pasó?  
-Sí, tienes razón, yo estuve con ellos pero me echaron –contestó sin más.
-¿Y por qué? –insistí con un cierto malestar en mis palabras.
Eve se encogió de hombros.
-Sé que percibo algunas cosas desde muy pequeña que a la mayoría de la gente les parecería, ¿cómo decís? Sobrenaturales, sí eso, y esa cualidad mía, al parecer, les molestó.
Nuevamente me asusté. ¿Sería Eve una especie de bruja? Sentí su mirada.
La noche empezaba a caer al tiempo que, según las indicaciones que la chica me iba dando, el coche empezaba a abandonar la ciudad. Conduje convencido de que pronto desaparecerían los edificios de la civilización normal hechos como Dios manda y enseguida enfilaríamos la carretera de la noche anterior y aparecería ante nosotros el siniestro cartel de madera que indicaba la localización de los Gegos. Sentí un terrible escalofrío que me recorrió como un calambrazo toda la espalda.
Pero no, no terminábamos de salir de la ciudad.
Que rápido había pasado el tiempo. Eve, sentada a mi lado, parecía estar en su mundo, con su belleza juvenil mezclada con un aurea de serenidad y oscura elegancia que me confundía totalmente. Mi mente luchaba por reconocer que aquella muchachita escondía algo..., ”especial”, místico, aunque yo no tenía muy claro lo que significaba esta última palabra, contra la parte más real de mi, la que siempre había dominado mi cabeza, que me decía que sólo era una joven alocada y probablemente algo marginada.
-¿Vamos a ver a los Gegos? -pregunté sin poder aguantarme por más tiempo, porque fuese lo que fuese aquella chica, de lo que ya no tenía duda, era de que a su lado me había embarcado en algo peligroso y desconocido para mí. Y tenía la extraña sensación de que yo había cambiado en las últimas horas.
-No. Vamos a ver antes a una persona, es una amiga.  
Eve me volvió a desconcertar y con tanta incertidumbre me hacía cabrear.
-Y como piensas ayudarme entonces -el tono agrio de mi voz me disgusto enseguida. No quería que Eve se enfadase. Puede que me estuviese tomando el pelo, pero me sentía en la gloria teniéndola a mi lado.
-Ten un poco de paciencia -no parecía enfadada por el tono que acababa de emplear en mis palabras, su voz seguía siendo dulce y tranquila-, algo me dice que ahora “ellos” están en alerta y podríamos correr peligro si nos precipitamos.
-Eve -dije mucho más suavemente-, te agradezco el interés por mi bienestar, pero yo no creo mucho en premoniciones.
-Te entiendo pero confía un poco en mí, he dicho que te voy a ayudar y lo haré.
Seguí conduciendo en silencio, sólo roto por las indicaciones que la chica seguía dándome sin que por el momento abandonásemos la ciudad, por el contrario, nos adentramos en una zona donde predominaban los bloques de pisos de no más de 4 alturas y que por su aspecto, no pertenecían a gente demasiado acomodada.
Eve habló por su móvil mientras yo aparcaba cerca de uno de los bloques donde una iluminación decente brillaba por su ausencia, al menos es lo que yo hubiese deseado en aquel momento. Una puñetera y decente iluminación.
Bajé del coche detrás de Eve que se puso rápidamente su abrigo y se ajustó un gorro de lana sobre su cabeza. La temperatura rondaría los 4 o 5 grados.
Dos oscuras siluetas se dirigieron hacia nosotros. Y verdaderamente eran oscuras. Una pareja de edades indefinidas, tal vez pasasen los 20 por poco, tal vez los treinta, se detuvieron ante nosotros. La mujer abrazó a Eve que observándola más de cerca, no parecía ser una chica mucho mayor que la propia Eve, tal vez veintitantos años. Sus ropas eran un autentico culto a lo negro y en mi opinión a lo hortera, además, la chica estaba pintada y maquillada abundantemente con unos macabros tonos que oscurecían incluso a la propia oscuridad. Los dos individuos estaban cubiertos de un buen número de pendientes por sus distintos órganos faciales.
-Es tu nuevo amor -dijo la chica con una voz cansada pero que ocultaba un tinte de sensualidad.
-Noooo -Eve me miró divertida-, Nika déjalo, está casado.
-Y eso a ti que te importa.
-Oye que no soy tan puta, ja ja.
-Bueno da igual, para que le traes, para que le lea su futuro.
Aquella bruja me miraba de arriba abajo con total descaro.
-No, necesitamos otra clase de ayuda -tuve claro que Eve tenía algún obstáculo para mentar su verdadera intención, pero aun así, habló con una provocativa tranquilidad-. Necesito que me ayudes con los Gegos.
Ahora fue el varón el que me miró. Enfurecido sin duda.
-Sabes que no queremos nada de ellos –intervino el chico que no parecía dispuesto a colaborar, pero Nika miró a Eve con preocupación-, y pensábamos que tú también te habías apartado de ellos.
Pero sus ásperas palabras de negación no parecieron doblegar a las dos jóvenes. Brujas, pensé.
De mala gana, el chico nos abrió el paso hasta el pequeño bloque de pisos donde al parecer la pareja tenía su vivienda. Sí me sorprendió la habitación de Eve, aquella casa casi me dejó boquiabierto. Me recordó a una de aquellas casas de terror que había visitado alguna vez siendo joven en las ferias, incluso temí que algún monstruo disfrazado saliese de algún rincón con la intención de darnos un tremendo susto según nos íbamos introduciendo por el pasillo. El negro reinaba en la casa, incluso las paredes estaban pintadas de ese color; llegamos al salón donde como principal mobiliario, había una estantería llena de grandes libros, aunque poco numerosos. En un rincón, una enorme televisión de plasma reposaba junto a un gran mosaico de tonalidades oscuras, iluminado por dos grandes candelabros eléctricos que emitían una enigmática luz roja; el mosaico representaba un baile de brujas, fantasmas y gente famosa muerta antes de su hora en circunstancias no muy claras.
Junto al tapiz había un cuadro más pequeño con una cruz formada por tres triángulos, y que según yo había leído en alguna novela de misterio, se podía interpretar como un signo satánico. No me extrañó encontrar aquel símbolo en aquel lugar.
-Es un ankh, símbolo de la vida -me informó Eve como si adivinase mis pensamientos.
¿Símbolo de la vida? Me quedé calladito mientras Eve y su amiga volvían a charlar animadamente como si nada de la lúgubre decoración fuese con ellas, aunque desde luego, desde el nombramiento de los Gegos, parecía que nos acompañaba una invisible nube gris.
El chico nos puso de beber. Yo me tomé una cerveza, noté como el alcohol irritaba la herida del interior de mi boca, mientras respondía a algunas preguntas que la chica me hacía sobre mi hermano, con una gran educación y respeto, así como de su desaparición, pareció fijarse en mi mejilla un poco hinchada y Nika, con mucha delicadeza, me dio un mejunje que me alivió casi en el acto, después me ofreció un pantalón vaquero para poder cambiarme
-Este seguro que te viene bien –dijo mirándome de arriba abajo con unos ojos que irradiaban respeto.
-No, no, no puedo aceptarlo.
-Claro que sí –intervino Eve haciendo terminar la pequeña discusión.
Me cambié y enseguida entramos en una habitación completamente vacía, tan solo unas velas rojas en los rincones. Nos sentamos en el suelo. No había vaso ni ningún tipo de dibujo en el suelo, pero al instante adivine lo que pretendían, quise protestar nuevamente y decir que yo no creía en esas tonterías, pero sentí el calor y la dulce presión de la mano de Eve en la mía. Me quedé calladito, los cuatro nos dimos la mano y Nika comenzó a dirigir la sesión.
-Eve, tú eres necesaria, a través de ti veré el momento de su debilidad, a través de él (no tuve dudas de que se refería a mi) recibiremos la energía que su hermano nos pueda mandar. Nosotros el enlace -después de concluir sus palabras me miró muy fijamente a través de la penumbra del cuarto-. Quiero que cierres los ojos e intentes dejar a tu espíritu vagar libremente por la habitación.
No sé si advirtieron mis sorpresa, porque me quede pensando en cómo diantres podría hacer salir a mi espíritu de mi cuerpo para qué se diese una vueltecita por la habitación, eso contando con que yo tuviese alguna clase de espíritu dentro de mí. Pero cerré los ojos. Hubo un relajante silencio y después volví a escuchar la ronca voz de la amiga de Eve, “necesito que imagines a tu hermano, la última vez que lo viste”
La hice caso, claro, aunque más claro tenía aun que estaba perdiendo el tiempo con aquellas tonterías. Intenté recordar a mi hermano la última vez que le vi, sonriéndome preocupado, gordo, su físico se había estropeado un montón en los últimos meses, justo delante de su casa, de pie, mientras yo subía a mi coche y emprendía rumbo de vuelta a mi casa.
No sé cuánto tiempo estuve así, respirando el fuerte pero agradable aroma que soltaban las velas, sintiendo la cálida mano de Eve y escuchando el leve siseo de nuestras respiraciones. Tampoco supe si mi espíritu llegó a deambular por la habitación apartado de mi cuerpo, pero si noté en mis músculos la profunda relajación después de todas las tensiones vividas en las últimas horas. No percibí la presencia de ningún espíritu invocado, ni tan siquiera el más insignificante signo de que estuviésemos haciendo algún tipo de espiritismo. No sé si me llegué a quedar dormido, el caso es que la preciosa pero enérgica voz de Eve me hizo regresar a la realidad.
-Abre los ojos -ya me había soltado la mano y estaban todos de pie, todos menos yo. Les miré. Comentaban algo.
-Creo que lo mejor -decía la médium gótica amiga de mi nueva amiga bruja- es que vayáis a ver a esa persona, puede tener información y Eve..., por lo que más quieras, ten mucho cuidado.
Por lo visto, la sesión parecía haber tenido cierto éxito. Me sentí irritado, utilizado como un conejillo indefenso. No me podía creer que me hubiese quedado dormido, tenía ganas de reprochar un montón de cosas a Eve y a sus oscuros amigos, pero finalmente me quedé de nuevo calladito.
Les acompañé al salón maldiciendo para mí y Nika me invitó a sentarme en el sillón, un sillón sin patas pero comodísimo, negro por supuesto. Miré mi móvil, tenía alguna llamada perdida y varios mensajes, pero sólo miré la hora, eran las doce y media de la noche.
Nika me ofreció una bebida, negra por supuesto, pero olía deliciosamente; a pesar de todo, ya empezaba a caerme bien aquella bruja, o chica gótica, o lo que fuese, bebí sin preguntar que era, aún tenía mejor sabor que olor, sabía ligeramente a café mezclado con Dios sabría qué otra cosa.
Nika y Eve se sentaron frente a mí, el chico parecía haber desaparecido y yo no iba a interesarme por él, la gótica me volvió a hacer preguntas sobre mi vida, preguntas suaves, educadas, con sincero interés, empezaba a sentirme muy a gusto hablando con aquella joven oscura.
-¿Ya te habló de su gran “Inteligencia”? – me preguntó Nika cambiando de tema.
Miré a Eve sin saber que responder, adivinando que la pregunta era por ella, por toda su disparatada teoría sobre poderosas inteligencias que me había contado horas antes.
-Sí, algo me ha dicho –contesté-. ¿Tú también crees en esa teoría?
-Bueno, no sé si en esa inteligencia infinita de Eve de cuyo origen nadie quiere decir nada porque nadie lo sabe, pero en algo he de creer, sí no, no hubiésemos podido realizar la sesión de espiritismo que acabamos de hacer.
-Todo está relacionado –intervino Eve-, tú puedes hacer espiritismo porque hay una energía a la que dominas, o mejor dicho, a la que sirves de puente y eres capaz de encauzar para que nosotros la percibamos, puedes conducirla.
-Tal vez todas esas energías sean la misma –me permití apuntar y las dos chicas me miraron al unísono y se echaron a reír sin que yo entendiese el qué las había hecho tanta gracia; yo también las miré, irritado nuevamente, vaya pareja. Sentí que había llegado el momento de interesarme por cómo había ido la sesión de espiritismo y en ese momento, percibí las miradas de las dos chicas sobre mi pero con otro toque distinto, noté un intenso regocijo por dentro que me quitó todas las ganas de pronunciar palabra, estaba seguro de que Eve me miraba llena de sensualidad y pícaramente, quise percibirlo a través de la penumbra, tal vez sólo eran imaginaciones mías, pero me encontraba en la gloria; decidí dejar la pregunta para más tarde, pero la situación cambió en milésimas de segundo, las dos parecieron olvidarse de mí y comenzaron a hablar de sus cosas, cosas de mujeres, resignado dejé el vaso en el suelo, vacio.
El sillón era comodísimo, sentí que el cansancio me vencía, no en vano había dormido poquísimo en las últimas horas, y esta vez no era por ningún aroma ni porque mandase a mi espíritu a dar un paseo. Estaba agotado. Me dormí. También fue Eve quien me despertó, una ligera claridad entraba por el balcón, estaba comenzando a amanecer.
Eve me sonreía. “Nos tenemos que ir” me dijo. Me despedí de Nika encontrándome mucho mejor que cuando llegué a su casa, el chico continuaba sin aparecer. Salimos a la calle donde nos recibió otro día gris y frio, pero al menos no llovía.




                                 

















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