domingo, 23 de febrero de 2014

La princesa rusa XIV


                      La habitación de la Sra. Ángela

 

La chica abrió los ojos y recorrió lentamente, con una mirada mortecina, aquella habitación en la que entraba abundante luz a través de la ventana totalmente abierta, pero sin conseguir ver nada claro, todo le daba vueltas.

Empapada en sudor la invadió un frío intensísimo. ¿Dónde estaba? No tenía ni idea ni quería saberlo. Nuevamente su cuerpo quedó aletargado por el sueño. Se vio en su casa de Moscú, jugando y riendo con su hermana pequeña, Natalia, hija de la mujer que había ocupado el sitio al lado de su padre poco después de que éste fuese abandonado por la madre de Sofía.

Sofía sentía adoración por aquella niña. Ella y la pequeña miraban a través de la ventana del salón al exterior, donde en un cielo azul pálido y completamente limpio, el sol brillaba con la intensidad que puede hacerlo en aquella parte del planeta en un día de una primavera recién estrenada. Todavía se notaban claramente por todos los rincones del jardín, los restos esparcidos de la última nevada caída sobre Moscú.

Fuera, en el jardín, Dox permanecía sentado y movía su cola removiendo la capa de nieve que en pequeños trozos, salía volando en todas las direcciones, mientras que con sus patas delanteras pateaba el suelo como si de un bailaor de flamenco se tratase. Miraba, con una mezcla de ansiedad, cariño y reproche, como las dos chicas reían y le hacían burla al otro lado del cristal.

-Dox, no puedes pasar porque ensucias toda la casa. Vete a tu caseta -ordenaba Sofía alegremente.

-Vete a tu caseta, Dox -repetía su hermana con su bonita y tierna voz infantil.

El perro, al ver mover los labios de las dos personas a las que sin duda más amaba en el mundo, y privado momentáneamente de estar junto a ellas recibiendo sus caricias y achuchones, salió corriendo de improvisto alocadamente, poniendo sus tiesas y puntiagudas orejas en posición horizontal y moviendo su rabo como un poseso, y tras dar una vuelta completa alrededor de la casa, se volvió a sentar nuevamente frente a la ventana, mirando a las dos hermanas con la misma expresión, esta vez jadeando y con la lengua fuera. Ellas se levantan entonces y se ponen sus abrigos, dispuestas a salir a la calle a jugar un rato con el perro, pero de repente, de una siniestra manera, todo comienza a hacerse borroso, muy lentamente, hasta que la oscuridad va invadiéndolo todo y como si de una malévola magia se tratase, Sofía abre sus ojos y nuevamente aparece en aquella habitación.

La joven recordó todo de inmediato y sintió como si le clavasen un enorme cuchillo de cocina en mitad de su pecho, desgarrándola poco a poco todas las entrañas de su cuerpo hasta llegar a su corazón.

Todo había sido un maldito sueño y no se encontraba en su casa junto a su pequeña hermana y a su perro. Se encontraba en aquel odioso país donde la habían llevado y la habían obligado a arrastrarse por aquel espeso fango.

Enseguida vio en su mente todos los últimos y amargos sucesos. La dolorosa y terrible muerte de Alex después de advertirla que estaba en un grave peligro y nombrar a su añorado Shirko junto con la lejanísima ciudad de Barcelona, como había deambulado por Madrid y decidido después, emprender viaje a Barcelona, para lo que había decidido pedir ayuda a uno de los clientes que conoció en el chalet; como después había conocido a aquellos tres chicos y se había ido con ellos a tomar unas copas y después...

Después apenas lo recordaba. Si estaba segura de haber bebido muchas cosas diferentes y fumado de aquel extraño cigarro y uno de los chicos..., Paco la había besado y...

No recordaba mucho más. Intentó incorporarse y sin darle tiempo para nada, su cabeza pareció deslizarse por la montaña rusa más grande del mundo al mismo tiempo que una bocanada de arcadas le hicieron expulsar gran cantidad de líquidos que iban dejando un denso sabor amargo en su garganta, empapando las sabanas y gran parte de su cuerpo desnudo de aquel pringoso revuelto. Tosió. Todo fue desconcertante para ella en ese instante, sentía su boca llena de un insoportable sabor amargo y sus ojos, llenos de espesas lagrimas, apenas le permitían ver nada a su alrededor.

Hizo un nuevo intento de levantarse. La cabeza parecía estallarla, pero las arcadas habían bajado en intensidad después de haber vomitado. Consiguió sentarse en el borde de la cama. Intentó limpiarse los ojos aguados y serenarse. Se llevó las manos a la cabeza como intentando sofocar el agudo pinchazo que sentía en su interior. En su boca empezó a mezclarse con el mal sabor, una resecura que hacía que le escociese el paladar. Intentó ponerse de pie muy despacio, luchando para que el mareo le permitiese dar algún paso. Debía de tomarse una pastilla inmediatamente. Un nuevo pinchazo sacudió a Sofía, pero esta vez no fue físico. Las pastillas habían quedado en el piso de la calle Estrella. ¿Cómo iba a soportar aquel dolor? Al menos intentaría beber agua. Recordó que el servicio estaba fuera de la habitación, en el pasillo. Intentaría llegar hasta allí como fuese. Por fin, sus ojos le dieron una nublada visión de su cuerpo. Estaba medio desnuda, con las bragas rotas a medio bajar. No quiso pensar, ni pudo, el porqué se encontraba en aquella situación. Tenía todo el pecho y su brazo derecho empapados de las bilis que había expulsado minutos antes. No tuvo tiempo de agachar más su cabeza. Su estomago, a la velocidad de la luz, expulsó por su boca como si de una fuente se tratara, una nueva cantidad de liquido y bilis, mojando nuevamente su cuerpo y parte del suelo. Sofía se vio obligada a tirarse prácticamente al suelo por un nuevo mareo. Quedó de rodillas junto a la cama y apoyó su cabeza en el colchón. Nunca se había encontrado tan mal, ni siquiera cuando la agresiva gripe la atacaba en los inviernos del internado y su cuerpo ardía en fiebre durante dos o tres días, y mucho menos por las resacas producidas durante el verano por el placentero escocés que había conseguido hacerlas perfectamente llevaderas. Aquello no se parecía en nada. Se puso a llorar, pero esta vez no porque los recientes malos recuerdos y los pesares de su desdichada vida en España aflorasen, más bien porque deseaba con toda su alma que aquel lamentable estado en el que se encontraba, la abandonase cuantos antes. Quedó inmóvil, luchando contra los contingentes que su propio cuerpo le mandaba por haber abusado de una manera exagerada del alcohol y otras sustancias. No se dio cuenta en qué momento el sueño volvió a invadirla por completo.

Volvió a despertar algo sobresaltada, pero esta vez no había soñado y más claramente, recordó enseguida donde estaba y la impresionante resaca que la invadía. No sabía cuánto tiempo habría podido dormir, pero sin duda, la claridad del sol era bastante más débil en la habitación que cuando despertó por primera vez.

Se apoyó con sus manos en la cama e intentó levantarse, preparándose para una nueva envestida de su organismo, pero esta vez, tan solo sintió un ligero mareo y unas náuseas mucho más suaves que las que le habían hecho vomitar, aunque el dolor de cabeza todavía era bastante fuerte. Por lo visto, aquel último sueño la había ayudado bastante para apaciguar en parte la infernal resaca. Miró su reloj de pulsera con una vista mucho más clara; las ocho menos cuarto, ¿qué hora seria cuando despertó por primera vez con el infierno dentro de su cuerpo? Seguramente por la mañana. Sin duda, aquellas últimas horas de sueño habían servido para que su organismo se regulase en cierta medida. Continuaba teniendo un intenso escozor en su boca producido por la resecura y ahora, notaba con intensidad continuos apretones que le indicaban que debía de descargar sin pérdida de tiempo residuos por ambos conductos de su cuerpo. Se volvió a mirar. Su estado era lamentable, pero no debía de perder tiempo. Terminó de incorporarse y viendo que la resaca mucho más floja le permitía moverse con cierta facilidad, se puso los pantalones que estaban tirados en el suelo y la blusa con dos botones desgarrados. Más tarde intentaría recordar que había pasado. Se asomó con cuidado al pasillo como si no quisiese ser vista por nadie, y entró rápidamente al cuarto de baño.

Bebió agua del lavabo en un vaso de plástico con cierta precaución de no enfadar demasiado a su agresivo estomago, expulsó los residuos y se dio una larga ducha en el minúsculo aseo, hasta que se sintió completamente limpia. Volvió rápidamente a la habitación sin poder evitar que la tristeza nuevamente hiciese acto de presencia recordándole el incierto futuro que le esperaba por delante. Además, sus braguitas rotas y su blusa desgarrada le llevaban a pensar que nada bueno había sucedido la noche anterior con uno de aquellos chicos, con Paco seguramente. No se acordaba de nada, tan solo de algún beso, pero deseaba que aquella locura no le hiciese aumentar aún más sus problemas.

Comenzó a vestirse con ropa limpia mientras se percataba al fin, del pestilente olor que había en la habitación a vómitos y podredumbre, ¿qué diría la señora Ángela cuando viese todo aquello? Se sintió avergonzada. Unos golpes en la puerta la sobresaltaron. Alguien llamaba. Terminó de abrocharse los cordones de sus deportivas rápidamente.

-Ya voy -dijo débilmente con su dulce voz, ahora pastosa y entrecortada. Se levantó y lentamente abrió la puerta.

Allí estaba aquel chico, Paco; sin saber porqué, Sofía sintió una rabia inmensa que intentó contener, sonrió y dijo:

-Hola.

-Hola guapa ¿qué tal has dormido? Me ha dicho Ángela que no has salido en todo el día de la habitación. ¿Estás bien?

-Es sólo la resaca. No estoy acostumbrada a beber tanto como lo hice anoche. Pero ya estoy mejor.

-Me alegro mucho. ¿Vamos a salir a tomar algo? -preguntó Paco como si nada hubiese sucedido la noche anterior.      

La joven se sintió pasmada, enfurecida, ¿qué pasaba con aquella persona? Sin duda algo entre los dos había pasado por la noche, ¿habían hecho el amor? Ella no lo recordaba y si hubiese sido así, ese chico guaperas, seguro de sí mismo, prepotente, que en aquel momento tenía en frente suyo, se había aprovechado de ella. Eso le dolió mucho más que todas las veces que había pasado a “follar” con algún hombre en el tiempo que permaneció en el chalet.

-Claro, termino de vestirme, ¿vale? -dijo conteniendo la rabia de una manera perfecta, para su sorpresa.

Paco hizo intento de pasar, pero Sofía dio un paso atrás y cerró un poco más la puerta.

-¿Me esperas en el bar de abajo?

-Bueno -dijo Paco con la sorpresa y el enfado impregnados en su voz.

Sofía cerró la puerta y comenzó a recoger todo aquel desaguisado, hizo una bola con las sabanas sucias y lo apartó en un rincón. Miró los restos de vómitos que cubrían gran parte del colchón y formaban pequeños charcos en el suelo y murmuró:

-Lo siento señora Ángela.

Recogió sus pertenencias en su bolsa de deporte y esperó unos minutos. Abandonó la habitación sin despedirse de la señora Ángela y bajó a la calle con notables restos de la resaca en su interior, sobre todo dolor de cabeza.

La noche ya se había hecho en Madrid.

Sofía comenzó a andar en dirección contraria a la que se encontraba el bar donde la noche anterior había quedado con los tres chicos y donde a buen seguro, la estaría esperando Paco.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

miércoles, 12 de febrero de 2014

La princesa rusa XIII


                           Alcohol, “chocolate” y sexo


Los cuatro rodillos de la máquina tragaperras pararon uno tras otro con una diferencia de muy pocas centésimas de segundo produciendo tres húmedos golpes. Cada uno mostraba un dibujo diferente. Aquello no gustó demasiado a Dani que puso cara de pocos amigos y dio un fuerte golpe en uno de los laterales de la maquina.

Dani, uno de los dos amigos de Paco, el más mayor de los tres con 21 años, era estudiante de segundo curso pero con un montón de asignaturas de primero arrastradas, en la facultad de económicas, y pensaba que pronto debería desistir de continuar en la universidad, o al menos con aquella jilipollez de carrera en la que todo eran números y absurdas teorías de cómo administrar de la mejor manera los millones de euros; la mejor solución sería la de que su padre se convenciese de que no valía para estudiar y le colocase en una oficina donde se tocaría todos los días las pelotas y donde tendría un buen salario que le permitiría tener a mano ciertos caprichos que con la asignación económica de estudiante que le proporcionaba su padre, no llegaba a alcanzar, aunque por supuesto, tampoco tenía excesivas quejas de como su progenitor se comportaba económicamente con él por hacer lo que hacía, es decir, nada.

-¡Hija de puta! Qué té den por el culo -gritó el estudiante de económicas dirigiéndose a la tragaperras.

Dio media vuelta y fue a reunirse con sus dos amigos que bebían unos cubatas en la barra del bar.

-Se ha tragado 12 euros y no me ha dado un puto pavo -dijo interrumpiendo bruscamente la conversación de los otros dos que le miraron con caras de reproche.

-Dice Paco que esta noche le pone los cachos a Susana -anunció el tercero de los amigos.

-No la van a caber en la cabeza -contestó tranquilamente Dani sentándose en una banqueta y echando un buen trago de su J.B. con coca cola-. ¿Con la polaca de arriba?

-No va a ser contigo jilipollas y no es polaca, es rusa -aclaró Paco.

-Y qué más da. Está buena la jodida, pero a mí me da que esa no quiere follar.

-¿Qué no? -Paco metió una mano en uno de sus bolsillos y sacó un buen trozo de “chocolate”-. Tío, esto las pone cachondísimas a las extranjeras estas. Té lo digo por experiencia.

-Pues para vosotros dos -dijo Dani-. Yo esta noche paso. Mañana tengo un montón de cosas que hacer con mi padre. Hacéis un trío, ¿eh “Mati”?

Dani miró a su amigo sonriendo maliciosamente y éste le devolvió la sonrisa aún más maliciosamente.

-Una colita, es para mí solo, no sea que este capullo se equivoque de agujero -sentenció Paco muy rápidamente.

Los tres rieron y “Mati” añadió:

-Se lo digo a Susana tío como no me dejes un trozo del pastel.

-Y té parto la cara cabronazo -continuó con la broma Paco.

-¡Hey!

Paco y “Mati” miraron algo sorprendidos al estudiante de económicas que les hacía señas con la cabeza mirando hacia la puerta por la que acababa de entrar Sofía.

Los tres amigos apartaron su conversación y saludaron efusivamente a su nueva amiga que les intentó saludar también de una manera alegre y cordial a pesar de qué los amargos recuerdos de los hechos recientes, no dejaban de hacer intentos de volver a aflorar con fuerza en su mente; el “puntillo” que le hacía estar más animada, empezaba a adormilarse, por eso no se lo pensó dos veces y pidió otro cubata cuando “Mati” la preguntó si quería tomar algo. Bebió dos buenos tragos de su combinado, y enseguida empezó a encontrarse mejor.

Sofía comenzó a sentirse bastante a gusto con sus nuevos amigos que la hicieron olvidarse casi completamente del nefasto día; sobre todo se reía mucho con la manera de contar las cosas de “Mati”, que aunque no conseguía entenderle muchas de sus palabras, pues hablaba demasiado deprisa para ella, si le hacía una gracia inmensa la expresividad de sus movimientos y los exagerados gestos de su cara.

Y por primera vez se dio cuenta de que Paco la trataba de una manera distinta a como lo hacían los otros dos chicos, con más atención, con más cariño, con mas intimidad..., y por supuesto, era el que más se aproximaba a ella, de manera que su cuerpo ya estaba rozando el suyo.

Los chicos pidieron una ronda de chupitos y Sofía bebió el suyo de un solo trago como le indicaron.

-¡Ahgg! -exclamó la joven con los ojos llorosos y una mueca de asco en su cara, aunque manteniendo su preciosa sonrisa.

-¿Qué pasa guapísima? No me digas que no té gusta el tequila mexicano.

-Está un poco fuerte -dijo a la vez que soltaba unos golpes de tos e intentaba que su garganta y su estómago se recuperasen del impacto sufrido.

La segunda ronda de tequilas, que el estómago de la joven rusa aceptó de una manera más pacífica, hicieron que la chica revolucionase aún mas su estado anímico, y las ganas de divertirse y de olvidar, invadieron completamente su cuerpo. No le importaba en absoluto la cada vez más proximidad de Paco. Sofía hablaba y reía como probablemente no lo había hecho antes en España.

Tomaron algún cubata mas entremezclados con chupitos de tequila y salieron del bar después de que Sofía asintiese alegremente cuando Paco propuso tomar algo por la zona de Becerra, y por primera vez, al salir a la calle, la joven notó como su conciencia le hacía un extraño, mezcla de vértigo y mareo, como si quisiese abandonarla, como si la conciencia hubiese salido a una impresionante velocidad a dar un paseo por los alrededores, un cortísimo pero vertiginoso paseo que le anunciaba que su cerebro atolondrado por el alcohol de los escoceses, y esta vez también por el tequila, no llevaba el mismo camino placentero y relajante por el que la había conducido tantas y tantas noches aquel verano mientras trabajaba en el chalet.

Montaron en el coche de Paco y llegaron en pocos minutos a los alrededores de la Plaza Manuel Becerra. Sofía salió rápidamente del vehículo intentando luchar contra el aún leve mareo que había sentido en algunos momentos del trayecto. Afortunadamente, se le pasó cuando los cuatro comenzaron a andar. Enseguida llegaron a una zona donde se distinguían perfectamente numerosos locales de marcha con letreros luminosos de vivos colores.

Llegaron a “LA NUIT” con el brazo de Paco rodeando la cintura de la rusa que intentaba prestar atención al expresivo “Mati”, que le contaba una loca historia llena de alcohol, sexo y algo de drogas, en una fiesta organizada por estudiantes de ingeniería industrial, que al parecer, era lo que intentaba estudiar el propio “Mati”.

Pasaron al local a través de un minúsculo y oscuro vestíbulo; el decorado oscuro y la tenue iluminación, aunque algo colorida, daban al bar de copas cierto aspecto de garito undergraund, muy contrariamente a los pobladores que en esos momentos se repartían por la barra y la no demasiada extensa superficie de “LA NUIT”, todos ellos jóvenes, incluida la rubia y bonita camarera, con edades que seguramente se comprendían entre los 17 y los 23 años, vestidos todos ellos a la última moda con ropas de sport de las que muchas prendas serían, sin dudad, demasiado caras.

Subieron, sin detenerse en la barra, por unas escaleras de hierro que conducían a una plataforma también de hierro, que se encontraba a media altura, en el extremo opuesto a la puerta de entrada y por la que se distribuían pequeñas mesas redondas de maderas rodeadas de taburetes y sillones. Los cuatro se sentaron alrededor de una de las mesas y sin tiempo para nada, “Mati” y Dani se volvieron a levantar y fueron a por bebida a la barra, dejando a su amigo sentado muy próximo a la joven rusa.

-¿Tú has estado alguna vez en Barcelona? -preguntó de repente Sofía sin hacer el más mínimo caso cuando la mano de Paco pasó de su cintura a uno de sus muslos.

-¿Qué? -la sorpresa se notó algo en la voz del joven que se apartó mínimamente de la chica-. A mí no se me ha perdido nada allí. Los catalanes son una gentuza que no quieren ser ni españoles.

Sofía no comprendió muy bien aquella respuesta, pero tampoco deseaba una explicación en aquel momento.

-Hey, hey... ¿qué pasa pareja?

“Mati” se unió nuevamente al grupo y se sentó justo en frente de Paco y Sofía dejando un gran vaso de una bebida azulada sobre la mesa.

Paco cogió el vaso de litro y echó un buen trago, después se lo pasó a Sofía que bebió largamente sin preguntar que era aquella bebida de sabor fuerte y dulzón.

-¿Y Dani?

-Se ha ido. Mañana tiene que madrugar.

La chica hizo un dulce gesto de asentimiento sin preguntarse demasiado el porqué no se habría despedido. Cogió el vaso ya casi apurado y echó un nuevo trago.

-A nuestra amiga le gusta Cataluña -comentó Paco que sin esperar una respuesta, sacó el trozo de hachís de su bolsillo y lo quitó la envoltura de papel. Con una pasmosa tranquilidad, comenzó a preparar el porro ante la curiosa mirada de Sofía.

-¿Has fumado alguna vez petardos?

-No fumo nada –contestó ella. No relacionó la sustancia con ninguna droga, en el chalet sólo había conocido el polvo blanco y algunas pastillas que también tenían el efecto de animar a las chicas, y en sus archivos de información, no había conseguido identificar aquello. Pero también imaginó, cuando Paco rompió un cigarrillo y volvió a envolverlo en un papel junto al trozo que parecía chocolate, que aquello tenía que ser distinto a un simple cigarro-. ¿Qué es?

-No es nada malo -contestó “Mati” que quiso retomar el hilo sobre Barcelona y de una forma algo menos radical que Paco, empezó a contar a la chica, que se enteraba de muy poquito en aquel momento, un discurso sobre las reivindicaciones políticas de muchos catalanes y sus diferencias con parte del resto de los españoles, que en su opinión, eran totalmente injustificadas.

-Toma, pruébalo.

Sofía cogió el porro y dio una calada aspirando el humo que entró bruscamente en sus pulmones, lo que provocó en la joven un sonoro golpe de tos. Enseguida contuvo la tos y comenzó a sentirse bien, decidió que no le importaba que pudiera ser aquello. Cada una de las células de su cerebro estaba revolucionada al máximo, cubiertas de excitantes partículas de alcohol a las que ahora se unía aquella droga para cubrirlas con una manta de extraña serenidad. Todas sus células estaban inmersas en una carrera desbocada en busca de diversión, liberadas del yugo de amargura y de los dolorosos sentimientos a los que la joven les había sometido en los últimos tiempos. Tampoco le importó cuando su acompañante la rodeó con sus dos brazos por la cintura y la besó repetidas veces en la mejilla muy cerca de la comisura de los labios. Dio una nueva calada y todo empezó a dar vueltas a su alrededor. Apenas pudo darse cuenta que nunca antes en su vida le había sucedido lo que le estaba pasando en aquellos momentos.

Su conciencia nuevamente la abandonó en otro viaje vertiginoso. Esta vez, el viaje fue más largo que la primera vez, sin que su cerebro, turbado y perturbado por tanta partícula etílica y de hachís, tuviese fuerza para retenerla a su lado; su cerebro tan solo era capaz de mandar débiles y borrosas órdenes a los miembros de la joven para que continuasen moviéndose, ya con cierta dificultad.

La joven rusa apenas se enteró cuando apuraron un nuevo litro de bebida bien cargada de alcohol y dio otra calada del porro, y no opuso la más mínima resistencia cuando Paco la besó en los labios con ansia pasional y acarició sus pechos a través de la fina blusa.

Tampoco tuvo plena conciencia cuando llegaron a otro local de copas muy cerca de LA NUIT y “Mati” se despidió de su amigo, diciéndole, sin poner demasiado cuidado en que la extranjera se enterase, que disfrutase mucho aunque “la rusa empieza a estar algo jodiilla”.

Su conciencia regresó repentinamente, cuando en la pequeña pista de baile del nuevo bar de copas, Paco le besaba el cuello y continuaba acariciando su cuerpo con un alto grado de excitación. Sofía se sintió entonces muy mareada y con fuertes ganas de vomitar, se apartó de Paco que sin resistencia, la dejó que fuese a sentarse en un sillón cercano.

El joven se sentó a su lado y la rodeó por los hombros con su brazo.

-Qué pasa cariño, ¿té encuentras mal? -dijo intentando parecer tierno y que no se notase en su voz el sofocante deseo sexual que la extranjera había despertado en él y que le dominaba totalmente en aquellos momentos-. ¿Quieres que nos vayamos a dormir?

La joven asintió lentamente con la cabeza envuelta en sus manos. Su cara pálida y demacrada reflejaba abiertamente su lamentable estado. No se dio cuenta de la ausencia de “Mati” ni siquiera cuando montaron nuevamente en el coche nuevo de Paco y recorrieron en pocos minutos el camino de vuelta hasta la pensión. Eran casi las tres de la madrugada y el tráfico era bastante fluido.

Paco sacó las llaves del bolsillo de la chica y subió con ella hasta la habitación, y no sólo porqué Sofía necesitase en esos momentos la ayuda de alguien para poder caminar.

Sin pérdida de tiempo, el chico se abalanzó nuevamente sobre la joven, comenzando a desabrochar los botones de la blusa con tal frenesí que hizo saltar por los aires un par de ellos. No le costó demasiado trabajo que la joven se tumbase sobre la cama. Desabrochó el sujetador y disfrutó de los preciosos pechos que se le ofrecían erectos. La joven apenas conseguía mover débilmente alguno de sus brazos, abriendo y cerrando sus pesados párpados, mientras salía algún sonido ininteligible de su boca.

-¡Ahh! Me vuelves loco... -gimió el joven al tiempo que desabrochaba el pantalón vaquero de la rusa y desgarraba las braguitas-. Vamos..., vamos a follar...

Paco se desnudó de cintura para abajo y abrió las piernas del cuerpo femenino tumbándose encima.

Por fin, Sofía quedó completamente inerte. Su cerebro atiborrado, dejó de mandar órdenes a los miembros exteriores y se abandonó a un sueño intranquilo.

-¡Uhm! Vamos preciosa... -volvió a gemir Paco intentado introducir su miembro en Sofía. Pero le resultaba difícil, la joven colaboraba muy poco. Finalmente, se incorporó y miró el rostro sudoroso, pálido e inconsciente de la chica.

-Mierda -soltó intentado normalizar su excitada respiración-. Oye, qué pasa, no té duermas.

El joven cogió con sus dos manos la cabeza de la rusa y la movió de un lado a otro con algo de fuerza hasta que comprendió que no iba a obtener respuesta. La zorra extranjera tenía una “pedo” de órdago. Se volvió a vestir, y entre tacos y maldiciones, abandonó la habitación de la señora Ángela, dejando a la chica rusa tendida sobre la cama, prácticamente desnuda, semiinconsciente y con una borrachera de campeonato.